Cuántas veces nos quejamos de repentinos dolores musculares o “pinchazos” en la espalda, que nos molestan mucho de repente pero luego sólo esperamos a que se nos pase, sin hacer nada al respecto ni aprender a evitarlos. Estos dolores son contracturas musculares, y si aprendemos más sobre ellas, podremos evitarlas en la medida de lo posible y tratarlas de la forma más eficaz, cuidando y mimando así nuestro cuerpo.
¿Qué es una contractura muscular?
Una contractura muscular, calambre o espasmo consiste en una contracción involuntaria, continuada y dolorosa de un músculo o de algunas de sus fibras.
Lo más habitual es que aparezcan por causa de esfuerzos prolongados o movimientos bruscos, cuando vienen acompañados de oxigenación insuficiente de los músculos y/o pérdidas de sales minerales y líquidos. Pero también las podemos sufrir debido a malas posturas, mientras dormimos o mientras trabajamos, al permanecer sentados de forma inapropiada durante horas.
Una contractura muscular suele provocar un abultamiento o un endurecimiento de la zona, implicando dolor y un funcionamiento defectuoso del músculo afectado.
¿Qué provoca una contractura muscular?
Estos espasmos aparecen cuando un músculo realiza un movimiento o actividad inapropiada bien en intensidad o bien en función. Es decir, que tanto si levantamos más peso de lo recomendable para nuestra constitución, como si levantamos el adecuado pero con una mala postura, podemos provocarnos una contractura muscular.
Es importante destacar que las contracturas pueden aparecer mientras realizamos ejercicio pero también después, una vez hemos terminado. Las primeras de producen debido a una acumulación de metabolitos, que provocan inflamación y dolor, por no haber suficiente flujo sanguíneo para depurar la zona. Por otro lado, los espasmos que se producen después de deporte se deben a una fatiga excesiva de las fibras, que tras terminar el ejercicio ven disminuída su capacidad de relajación.
También puede ocurrir que suframos una contractura muscular mientras dormimos. Este tipo de contractura es inevitable, pues se debe a una alteración de la irrigación de la sangre a los músculos. Los momentos después de comer también son una fuente de complicaciones, porque durante la digestión la sangre fluye principalmente a los órganos del aparato digestivo, en detrimento de los músculos. En estos momentos los músculos son mucho más propensos a sufrir espasmos, por ello siempre es preferible tomarse un descanso tras cada comida.
¿Cómo se trata una contractura muscular?
Al primer síntoma de contractura muscular debemos dejar la actividad o ejercicio que estábamos realizando, o podríamos causarnos daños mayores. Lo recomendable es empezar con estiramientos y masajes en la zona o músculos afectados, pero no de forma inapropiada. Si no sabes cómo dártelos busca al monitor del gimnasio o acércate al médico o al fisioterapeuta, siempre es mejor dejar estos cuidados a los profesionales, o podríamos empeorar la situación.
Los masajes y estiramientos ayudan en un principio porque al aplicar calor, el músculo se relaja, reduciendo la tensión y por lo tanto, también el dolor. Además, con los masajes se provoca un aumento del flujo de sangre, lo que ayuda a la recuperación de los tejidos y a la limpieza de los metabolitos.
En el caso de que el dolor en el músculo no disminuya, pasaríamos a tratar la contractura con medicamentos antinflamatorios recetados y, en casos más graves, el médico prescribiría relajantes musculares.
Puede ocurrir que un espasmo ponga en compromiso uno o varios de nuestros nervios, irritándolos. En tal situación será necesario acudir a fisioterapia o, en último caso, incluso a la cirujía.
Si sufrimos una contractura muscular debemos estudiar su causa para evitar males mayores.
¿Cómo se previene una contractura muscular?
La regla de oro es calentar y estirar nuestros músculos antes de realizar cualquier ejercicio o actividad física, así mejoramos la circulación y la sensibilidad, y los preparamos para la actividad que vamos a realizar.
También debemos conocer nuestras capacidades, y no cargar o levantar más peso del que nuestro cuerpo puede soportar. Y en el caso de tener que hacer un esfuerzo puntual, o ejercicios en alguna máquina del gimnasio, debemos asegurarnos de que lo hacemos en la postura correcta. Los monitores de los gimnasios están para ayudarnos, ¡no dudéis en recurrir a ellos!
Por último, debemos mantener nuestro cuerpo hidratado durante los esfuerzos a los que lo sometemos. Es altamente recomendable beber mucho líquido mientras realizamos actividades físicas, y en especial las bebidas isotónicas pueden ser de gran ayuda para nuestro organismo cuando vamos a realizar un ejercicio continuado: estas bebidas contienen los iones necesarios para que nuestros músculos se recuperen rápidamente y resistan mejor la fatiga.
Pero si preferís los productos naturales os recomendamos aumentar vuestra ingesta de potasio con plátanos, tomates y mucho zumo de naranja. ¡Os sentiréis mucho más sanas y más fuertes!